Laderas Andinas




Corregimiento Manantial 
Camino Fundacional y post-fundacional


Los mamíferos de la cuenca del río Chinchiná, en la región andina de Colombia.                               
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Riqueza de especies de mariposas (Hesperioidea  & Papilionoidea) de la quebrada “El Águila” Cordillera  central (Manizales, Colombia)
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Evenus Coronata Hewitson [1865], Nuevo registro de Rhopalocera para el municipio de Manizales, Caldas (Lepidoptera: Lycaenidae)
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Contribución al conocimiento de los anfibios de la Región Centro-sur de Caldas: Primeros registros de Ranas de Cristal (Anura: Centrolenidae) para el municipio de Manizales, Colombia. 
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Libro Círculos y Expediciones Ambientales








MEMORIAS  -----------------------------------------------------


II Seminario Nacional de Laderas Andinas

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ETHOS AMBIENTAL

ANA PATRICIA NOGUERA DE ECHEVERRI, PhD
Profesora Titular Universidad Nacional Sede Manizales, Grupo de Pensamiento Ambiental
4 de noviembre de 2010

La montaña es un pliegue de la tierra. Una protuberancia compleja  de sinuosas y exuberantes estratificaciones, que asentadas unas en las otras,  forman un todo inseparable de relaciones geo-bio-eco-sociales que no se puede romper, porque la montaña es esas relaciones. La montaña es diversidad geo-bio-eco-climática. Es una haz de relaciones cuya ruptura disuelve la montaña.
La montaña es montaña gracias al valle y el valle solo es valle por el río. Así mismo, el Río no puede ser sin el valle y sin la montaña. Río-valle-montaña-valle-río, son bucles geo –tectónicos que configuran el alfabeto de la tierra. El río es relaciones entre montaña y valle; de la tierra emergen nuevas maneras de plegamiento, nuevas geografías, nueva escrituras de la tierra. Un tejido de tiempos que nunca podremos conocer, tiempos míticos, tiempos solamente comprensibles poéticamente, es la montaña en movimiento permanente, en transformación potente.  La montaña es expresión de la tierra. Majestuosa configuración de la que emergen los diversos sistemas de la vida. El hacerse mismo de la tierra. El habitar el hábitat.
Profundamente lenta, la poética, la manera, la técnica de la tierra, enseña al habitante a respetar el tiempo amoroso y creador de la tierra escribiéndose así misma como otra.  La montaña es Geo – poética, ella misma en su devenir valle, en su devenir río, en su devenir de nuevo, montaña, es emergencia. Los tiempos geológicos son inconmensurables. Más bien se narran en las sinuosidades eróticas de sus pieles en contacto. La narración de la tierra es la geo-grafía. Su escritura solo es posible en el lugar de contacto, en el umbral, donde la montaña se disuelve en valle y el valle en montaña. En ese lugar, donde no se es lo uno ni lo otro, sino lo uno-otro,  la montaña-valle se crea y se recrea; se disuelve y se resuelve; se pliega y se despliega en una danza cuya música es el silencio casi infinito entre acorde y acorde. Y ese silencio se dispone para ser escuchado, porque comprenderlo es comprender la lengua de la tierra.
Para José Luis Pardo, la lengua de la tierra es lengua des-lenguada. No es la lengua de una sociedad que cree que la montaña es recurso mineral: esa es la lengua de la tecnología al servicio del mercado. Es la lengua del sujeto dominante; es la lengua de esta civilización, de esta cultura metafísica, supraterrenal. Lengua-des-lenguada, es una lengua sin lengua. Lengua deslenguada es el silencio de la tierra relatando su inconmensurabilidad. De lo que no se puede hablar no se puede hablar. La lengua de la tierra es el silencio.
Para Homero, Ethos es casa, establo….habitación. Para el Pensamiento Ambiental también. La casa de la vida es la tierra. La casa está hecha de lo mismo que la vida, y la vida está hecha de lo mismo que la casa. La tierra es la casa y la casa es la tierra. Como el caracol, a donde vayamos llevamos la casa, porque somos tierra. Cuerpos-tierra inseparables. Cuerpos-tierra: de tierra, en la tierra y deviniendo tierra. El con-tacto, la relación intensa, tensa, densa…íntima entre la vida y la tierra es la técnica. Ella hace posible ese devenir cuerpo-tierra…ella es poiesis en cuanto creación y técnica en tanto manera de crear-hacer. La casa-tierra, el ethos es entonces también manera de habitar la casa. Ethos es entonces casa y manera de habitar.
La casa-tierra., permite el habitar, porque ella misma es habitar. A la pregunta que se hace el ethos ambiental: Habita poéticamente el hombre esta tierra?  El pensamiento ambiental responde desplegando las maneras de la lengua de la tierra.
Nuestro Pensamiento Ambiental, como emergente de una crisis ambiental, que no es la crisis de agotamiento de los recursos naturales no renovables, como nos lo ha presentado el discurso del Desarrollo Sostenible, sino una crisis que expresa el derrumbamiento de la civilización occidental, de la cultura moderna y por qué no, el fin de la especie humana. La insistencia nuestra en la Crisis ambiental como expresión de la crisis de la Cultura Moderna expresada en la guerra, cuyas huellas se expanden rizomáticamente; las dolorosas e inquietantes huellas del progreso, con su estelas de devastación de la naturaleza en clave de una producción y un consumo infinitos y la destrucción de las culturas periféricas y esclavizadas, en clave de un sometimiento atroz de las tramas de la vida  las huellas del confort; la crisis ambiental que comienza a intuirse desde el Romanticimo europeo pero que se visibiliza, se hace explícita en la famosa Conferencia del Club de Roma, realizada en junio de 1968, suscita la emergencia de tres megadiscursos, que comienzan a imponerse en el mundo, a través de los Medios de Comunicacoón, las políticas internacionales y las instituciones educativas.
El Discurso del Desarrollo en todas sus modalidades, toma fuerza inusitada sobre todo, después de la I Guerra Mundial. Emerge de la expansión de una sola manera de producir objetos de consumo propuesta por la Revolución industrial que había comenzado sus trayectos desde el siglo XVIII, generando las maneras de habitar la tierra que permanecen hasta hoy.  Esta manera de producir objetos se apoya, a su vez, en los discursos de la ciencia y los de la tecnología. La ciencia moderna, se coloca como proyecto de modernidad, donde la razón se desenvuelve sobre sí misma, generando siempre novedad. La ciencia, reduce el hombre a sujeto cognoscente y el mundo a objeto medible, pesable, intercambiable. Las verdades de la ciencia se imponen como verdades universales, generando así un megadiscurso homogeneizante y unificador, que niega la diferencia, la singularidad y la alteridad, encarnadas en otras verdades, otras maneras de pensar, otras maneras de construir y otras maneras de habitar esta tierra. La tecnología reduce la tecné, es decir, la manera de hacer, de construir, de crear a una sola lógica: la misma de la ciencia moderna; la lógica lineal, secuencial, causa efecto.
Así, los discursos del Desarrollo, del Capital, de la Ciencia y de la Tecnología, se convertirán en discursos únicos, globalizantes, mundializantes y homogenizadores. Frente a ellos y como alteridad radical, emerge el Pensamiento Ambiental. Si el Pensamiento Moderno, es un discurso con pretensiones de universalidad, el pensamiento ambiental se propone pensar lo microfísico, lo pequeño, lo anómalo, lo singular, lo diferente, lo alternativo, lo distinto. Si el Pensamiento Moderno es reduccionista, el pensamiento ambiental es complejo; la linealidad caracteírtica del pensamiento modrno, se disuelve como paradigma, ante lo aleatorio, lo caótico, lo que no tiene sentido, porque puede tener cualquier sentido, lo que no corresponde a ningún determinismo, lo que no tiene ninguna meta. Si el Pensamiento Moderno sostiene la existencia de dos mundos, el mundo del adentro vs el mundo del afuera; el mundo del sujeto vs el mundo del objeto, el mundo de la subjetividad, vs el mundo de la objetividad; el mundo de las ideas puras, vs el mundo de la realidad material; el mundo del alma vs el mundo del cuerpo, el mundo del espíritu, vs el mundo del cuerpo; el mundo de lo apolíneo, vs el mundo de lo dionisíaco…el pensamiento ambiental popone disolver esas polaridades, en relaciones de emergencia, en tensiones poético-políticas, en epistemes como la trama de vida, el bucle-red-trama de la vida, epistemes todas emergentes de la tensión-disolución Ecosistema – Cultura propuesta por Augusto Angel Maya, en su libro, El reto de la vida., publicado por Ecofondo en 1996.
Pero, quién es Augusto Angel Maya? Es el más importante pensador ambiental latinoamericano. Profesor Titular de la Universidad Nacional Sede Bogotá, primero y luego, sede Manizales, Augusto Angel introduce el Pensamiento Ambiental en la Universidad Nacional, como única manera de ambientalizar la educación superior. Muerto el 11 de septiembre pasado, a los 78 años de edad, Augusto Amgel, deja un legado INMENSO de escrituras, en las cuales la propuesta de pasar de un pensamiento ambiental instrumentalizador de la vida a un pensamiento ambiental estético – complejo, va expandiéndose en nuestro grupo de pensamiento ambiental, creado por el Maestro de Maestros, en el año de 1991. Hasta hoy, su palabra sigue en metamorfosis, en nuevas maneras, nuevas dinámicas, nuevos cuerpos, nuevas tensiones y disoluciones. Su palabra, colectiva, rizomática, poética y rigurosa con lo más profundo del pensamiento ambiental que él instala en nuestra Universidad, y que es la inclusión de lo vivo y de la vida en clave de su propia expansión, por fuera de toda reducción, de todo objetivismo, subjetivismo, antropocentrismo, biocentrismo, ecocentrismo o sociocentrismo; su palabra ha construido este nicho en el que ahora habitamos, nicho que seguimos construyendo en la diferencia, en las proximidades y alejamientos propios de la metamorfosis misma que es la vida.
Es gracias a Augusto Angel Maya, que lo ambiental entra en nuestra Universidad como relación-tensión-contacto-emergencia de dos palabras: Ecosistema-Cultura, que Augusto presenta en su Reto de la Vida, como diversas maneras de ser de la Naturaleza, que no es un objeto acabado, terminado, como lo mostraba Descartes en su Discurso del Método, sino una emergencia permanente en metamorfosis, decimos nosotros, también permanente, de sí mima en otra, en alteridad radical, como única manera de ser de la naturaleza. Los estudios sobre alteridad que toman tanta fuerza después de la II Guerra Mundial…en especial como resistencia o mejor reexistenca al Nacional-socialismo y al fascismo, tristes monstruos de un pensamiento político económico xenofóbico, centrista, discriminador, taimado, sin paz y petulante,  no introducen la naturaleza como alteridad radical. La ven como recurso en clave económica, como modelo a imitar, en clave estética, o como refugio para evadir los arrasamientos del capitaliso des-aforado, en clave política. Solo los poetas, escritores, pintores, músicoa románticos, son capaces de sentir la naturaleza en su poder, su inmensidad, su lentitud y su silencio. Solo ellos, como el caso de Munch, en su obra El Grito de 1893, son capaces de sentir que la naturaleza no es para ser dominada, sino respetada, amada, admirada y/o deseada. Solo Munch, y por ello la tensión permanente con esta obra de arte, solo Coleridge y Wordsworth en su literatura, Millais en su pintura (Ofelia) o William Blake en sus pinturas y en sus escrituras, son capaces, románticos y por lo tanto trágicos que son, de mostrar la necesidad de una disolución en la relación Ecosistema-Cultura, o dicho en clave de Augusto Angel Maya, de pensar-sentir lo ambiental, como las relaciones complejas entre Ecosistema Cultura. A partir de esta propuesta, el ambiente no son los recursos naturales, sino las RELACIONES entre estos dos complejos subsistemas del siesta de la naturaleza como GAIA. Si no es objeto, si es relación, el ambiente cambia, es metamorfosis, como ahora lo estamos pensando en clave estética. Es ecosistema y no es solamente ecosistema. Es cultura, pero no es solamente cultura. Es emergente de esa relación, pero transforma las dos maneras de la naturaleza. No es idea, ni princio, ni modelo univeral. El ambiente no se puede definir; solamente se pueden describir sus trayectorias, sus maneras de ser y dejar de ser, sus huellas, sus improntas, su permanente cambio. El ambiente, lo ambiental, no es sustantivo ni adjetivo; es un devenir siendo, una actualidad de lo que permanece, una fugacidad de la vida en lña vida.
La obertura ambiental, compuesta por Augusto Angel, en la clave ética-estética–compleja, nos abre a la necesidad de un pensamiento ambiental, como un pensamiento-otro, como un pensamiento que es reforma del pensar, como un pensamiento situado en otras geografías, emergente de otras maneras del habitar humana. Para nuestro indígenas uwas y cogis, la montaña no es recurso natural, sino modulación sagrada de la tierra. La montaña tutelar de los indígenas pre-hispánicos, no es la montaña del norte de Manizales, sonde la especulación del suelo urbano y la expansión del perímetro urbano hecha por los alcaldes en los años 90s, han generado que las maneras de construir no sean maneras de habitar poético, sino negocio de las firmas constructoras y urbanizadores. La ausencia de lugar-tierra que sufre nuestro pueblo se convierte en negocio de los urbanizadores, bajo la máscara de “vivienda de interés social”, que ha devenido en catastróficos eventos, como los de marzo de 2004 y sus repeticiones en los años siguientes. El lenguaje del Desarrollo Sostenible, sus discursos eficaces desde el punto de vista simbólico, es ya un lenguaje con el cual las instituciones de dominio y control ciudadano, siguen constribuyendo a la sostenibilidad del desarrollo y no a un habitar poético, que es la consigna del ethos ambiental.
Del 19 al 23 de abril, Cochabamba, segunda ciudad en importancia para la BOLIVIA colonizada, se convirtió en el SUR del Pensamiento Ambiental. Comunidades de todas las regiones y culturas, de todos los colores y geografías se hicieron presentes, para con-versar y con-tactar sus pensamientos en clave de la tierra.
El nombre del evento…Conferencia mundial de los pueblos, sobre el cambio climático y los derechos de la madre tierra. El acontecimiento: emergencia de un pensamiento abyayalense, desde la oscuridad del pensamiento no occidentalizado, desde su indecidibilidad durante quinientos años, desde su silencio, algunas veces por los mundos de vida sagrados a los cuales pertenecen y otras, por las imposiciones colonialistas y neocolonialistas del norte.
Presencia: comunidades de más de 140 países. Cuarenta mil personas en colectividades potentes, con una palabra poética y no por ello menos política, potente, imaginativa, palabra-otra, lengua de la tierra, deconstrucción de categorías occidentales como Recurso, Desarrollo, crecimientos, Calidad de Vida, debilidad argumentativa en clave de discursos teóricos, científicos y tecnológicos frente al cambio climático, debilidad de los discursos sostenibilistas y sustentabilistas, manifestación de un cansancio de la palabra optimista de la razón, como lo expresó Boaventura de Souza Dos Santos, Portugués, nacido en Coimbra en 1940, Doctor de la Universidad de Yale y profesor de la misma Universidad de Coimbra donde ha elaborado un pensamiento-otro en clave de los movimientos sociales.

Decía Boaventura de Souza en Cochabamba, que la configuración de un diálogo de saberes entre los pueblos originarios y el pensamiento ambiental latinoamericano, podría ser muy interesante, si se lograra que los académicos pudiéramos construir propuestas discursivas-imaginativas, que permitieran que palabras-casa como Abya Yala, no fueran coptadas por el Banco Interamericano de Desarrollo, para utilizarlas como nuevos instrumentos de poder…afirmaba Boaventura de Souza que descolonizar la palabra era descolonizar…la política, la economía, las maneras de habitar la tierra…planteaba además, que ya era hora de construir nuevos sustantivos, pues hasta ahora el desarrollo seguía siendo ese paradigma hegemónico del primer mundo, con adjetivaciones que se perdían en las trampas del poder sustantivo de la palabra misma.
Pero qué significa ABYA YALA, vocablo de los indígenas Cunas de Costa Rica, Panamá y Colombia, y cuáles son las fuerzas de ignición, por qué esta palabra es un ethos con una potencia ambiental tan profunda en estos tiempos del pensamiento ambiental? Abya Yala es un vocablo con dos significados, que vienen siendo uno mismo: el abyayala significa el buen vivir. La abya Yala significa tierra generosa, prodigiosa, en florecimiento. El abyayala es el habitar. La Abya Yala es el hábitat. El Abyayala es ethos. La Abyayala es casa. El abyayala es la manera del habitar y la abyayala es la manera como el habitar nos habita. Abyayala es una palabra compleja porque expresa la complejidad del habitar.
Para los Cunas, para los pueblos originarios abyayalences, una cosa no puede ser sin la otra. El abya Yala es el acto amoroso y cuidadoso del humano con la tierra. La abyayala es la madre dadivosa, la matria.
El diálogo entre los saberes académicos-críticos-occidentales y los saberes-sur-míticos-sagrados-originarios, permitió que en Cochabamba, la palabra Derecho virara, tomara otro rumbo, que había comenzado en el año 2000. Me atrevería a decir, que si el siglo XX fue el siglo del máximo desarrollo científico y tecnológico posible solo en clave de una devastación profunda de las tramas de la vida, a partir de la relación de poder y dominio del sujeto-yo-razón sobre el mundo-objeto-naturaleza, el siglo XXI que comenzó con la I Cumbre continental de pueblos y nacionalidades indígenas del Abya Yala, realizada en México, es el siglo de Abya Yala: del Buen vivir, de la tierra generosa y en florecimiento, de la lengua de la tierra. Si en los siglos XIX y XX, el concepto de derecho que se impone como lengua colonizadora es el concepto de derecho del sujeto moderno, concepto reduccionista, eurcentrista, que reduce la vida a la vida humana europea y por tanto despoja de la tierra lo que solo emerge de ella: la vida, en este siglo que comienza, Abya Yala emerge como potencia creadora, más de lo que podríamos imaginar nosotros, aún sumidos y sometidos al reduccionismo de un pensamiento racionalista y euro-antropo-centrista.
 Los movimientos ambientales en América Latina, emergen con fuerza en México, Guatemala, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia y Argentina, cuando en nombre de la Democracia y los Derechos de las Naciones, los discursos del Desarrollo científico y tecnológico, comienzan a disfrazar las nuevas formas de colonización del mundo de la vida abya yalense, para ocultar su deseo de poder y de dominio sobre una América Latina, que devenía sometida y colonizada desde el “descubrimiento”, quinientos años atrás. Decía Boaventura de Souza Dos Santos, que el espejo con el que los españoles asombraron a los abyayalenses en los tenebrosos inicios de la Conquista, ha continuado, -cambiando sus nombres y maneras de coloniaje-, hasta el momento actual, en el que aún está presente la idea de celebrar el Bicentenario de la independencia de los pueblos americanos del yugo español, olvidando, decía yo, que no era una guerra ni muchas las que producen una descolonización de los pueblos, sino una transformación profunda, una deconstrucción de las lenguas, de las maneras de habitar, del pensamiento en toda su magnitud, en clave de lo que se obliga a ser olvidado por los colonizadores. Augusto Angel, en Desarrollo Sostenible o Cambio cultural, dice que los problemas ambientales que estamos viviendo como colonias del primer mundo, no se soluciona con el Desarrollo Sostenible o sustentable, sino con una mutación profunda del entramado de símbolos de la cultura. 
 La emergencia – ético-estética– de Abya Yala,  como palabra-acontecimiento, palabra territorio, para fundante de vida, no pudo ser silenciada por los grandes discursos de la ciencia y la tecnología, ahora con la palabra ambiental omo adjetivo. Conferencistas con arrogantes estadísticas, formatos de indicadores y soluciones tecnológicas, siguienron reduciendo el problema ambiental, que es un problema que interroga el habitar humano, a un problema tecnológico e instrumental de una naturaleza objeto. Sus propuestas hablaban de un tomarse la casa y devastarla con todo lo que en ella y por ella, habita, más lenta y sosteniblemente. La casa-tierra, la casa-lengua-de la tierra, siguió reducida en esos discursos,  a riqueza, a recurso, a propiedad privada,  a cuentas, a indicadores, a teleologías de acumulación, producción y consumo.
El pensamiento capitalista verde hizo presencia en Cochabamba, con sus promesas redentoras, de un desarrollo sostenible y sustentable, adornado ahora con términos como el vivir bien de los Aymaras, y el abya Yala de los Cunas.
Durante doscientos años, mientras se configuraron todos los estados nación latinoamericanos, las cartas fundamentales de constitución de las repúblicas partían de la declaratoria de autonomía política y económica de los estados modernos nacientes; esa autonomía se fundaba sobre el derecho a la propiedad  de las tierras. La libertad moderna – y esa ha sido la falacia del capitalismo y de la Modernidad, falacia presente en el pensamiento de Kant, se funda en la escisión hombre y naturaleza, única manera como el hombre puede someter a la naturaleza. El desprecio a la naturaleza, su cosificación y objetivación, la idea de que la tierra es vil, configuró el imaginario de que la cultura no era naturaleza, pero sobre todo, de que la cultura tenía como proyecto superar y ojalá romper amarras con la Naturaleza. De nuevo Kant.
Sin embargo, mientras esto acontecía en doscientos años de una nueva manera de colonialidad, la del saber, como lo plantea Santiago Castro en su Hybris del Puntos Cero, en lo subterráneo del mundo de la vida, en el afuera, en la margen, en los lugares de la oscuridad enigmática, en medio de las montañas o en el corazón de las selvas abyayalenses, permanecía, con fuerza esa hermosa complejidad del habitar-habitat, el-la-Abya Yala. El buen vivir de los cunas o el vivir bien de los aymaras, pero en cualquier caso (y aquí el problema es la limitación de nuestra lengua reducida y no de la lengua cuna, aymara, mapuche o maya), el vivir en la vida, siempre sagrada, siempre agradecida como el vivir mismo.
Consonancias musicales, disonantes para la modernidad, emergieron en la palabra de Carlos Porto Gonçalves, Brasilero, Geógrafa de la Universidad federal de Río de Janeiro, dedicado a estudiar el territorio, en clave geo-política. Ante la nuestra propuesta de una Geo-poética del cuerpo-tierra que somos, el Maestro Porto Gonçalves se mostró gratamente afectado. Más de 40.000 personas de todos los lugares y geografías vivimos la hermosa experiencia de un geo-pensamiento estético-complejo, que coloca en pausa la racionalidad moderna permitiendo que del silencio, emerja la voz de la tierra, el lenguaje de la tierra, la ética de la tierra…el tiempo de la tierra, la poética de la tierra. No fueron los discursos de la ciencia moderna ni los de la tecnología unicista y universalista, ni los discursos del desarrollo en todas sus formas y expresiones, los discursos que tuvieron éxito en esta Conferencia. Miles de personas de todas las lenguas  y colores, protagonizaron en el inminente declive de los discursos del desarrollo moderno, que han reducido la tierra, esta plétora de mundos de la vida a recursos disponibles para una cultura adicta a la riqueza, a la producción y consumo infinito de objetos y por lo tanto a la producción infinita de mercancías, donde la vida misma en todas sus maneras de reduce a mercancía.
Y en esta inusitada geografía, también nuestro pensamiento hizo presencia, cantando a manera de una fuga, la misma melodía.
Nuestro Cuerpo-Tierra.
Escuchando a los Aymaras, encontré resonancias ancestrales, ecos originarios de una palabra emergente que ya existía en los inmemoriales tiempos de la tierra cantada, danzada, pintada y soñada. Un obstáculo insalvable, una barrera densa y trágica: la lengua. Esta nos acercaba y alejaba, como en una danza o en un cortejo amoroso, haciéndonos sentir extraños en nuestra propia tierra, o simplemente, extrañando una tierra originaria, nombrada poéticamente, mágicamente…una tierra de la que estábamos hechos, pero que habíamos perdido para siempre, en la peste del olvido de nuestras propias maneras de nombrar…
Nuestra palabra resonó en ese silencio inquitante de la espera:
La tierra como habitat-habitante-hábito-habitación, no solo es habitada por nosotros, sino por ella misma en su plétora de formas distintas de nombrarse a sí mima.  El habitar nos habita. No somos lo seres humanos quienes determinamos un ethos. Es la tierra, la que es ethos. Así somos habitantes en cuanto que construimos maneras del habitar y ello solo es posible en el momento en que permitimos que el habitar nos habite.
En nuestra propuesta ético-estética de un eencantamiento del mundo, como trayectoria del pensamiento ambiental, encontramos que la sutura entre natura y cultura será necesariamente la piel, piel poética, poiésica, piel-estrato, piel-tejido, piel entramado, piel-con-tacto; piel que expresa, se desplaza, se pliega y despliega… piel – umbral, ambigua, enigma. Piel roce, piel-geografía, piel-huella, piel-memoria.
El cuerpo es piel en expansión, en pliegues y repliegues; todo está hecho de lo mismo: polvo de las estrellas que también somos, decía Carl Sagan; tierra de la tierra que somos, cuerpo-tierra, po-éticas del habitar la tierra en clave de las coligaciones-disoluciones-tensiones, que configuran esos cuerpos-tierra que inevitablemente somos.  
Las palabras coligación, disolución y tensión, son acontecimientos que nuestro pensamiento ambiental estético complejo, ha venido habitando en clave del ethos ambiental. 
Co-ligación: Ligar entre dos o más fenómenos, maneras de la vida. La vida es ligadura, tejedura, sutura, encuentro, contacto, emergencia, relación, afectación, afecto. La manera como la vida ha venido siendo desde hace casi tres mil millones de años en su diversidad y diferencia permanentes, lo que le ha dado a la vida la elasticidad, la resiliencia, la inmensa capacidad de autopoiesis y de autoorganización, ha sido que ella es coligadura y coligante. Qué coliga, qué se coliga y en qué se coliga la vida? La vida coliga los cuerpos emergentes de ella, en un infinito bucle de complejidad creciente, bucle donde quien crea y lo creado, constituyen lo mismo en despliegue. La piel de la vida se expande, se contrae, se pliega y se repliega, configurando-se en alteridad, que es la vida misma; en esa coligación se entraman permanentemente afectos, acontecimientos que están hechos de la tierra (agua-aire-fuego), único lugar-cuerpo donde son posibles estas maneras del co-ligar.
Di-solución: Este acontecimiento tiene lugar entre la tierra y los cuerpos emergentes de ella, hechos de ella, afectada por ellos y ellos por ella. Este acontecimiento incansable de la vida, es cíclico-complejo, en expansión y contorsión permanentes. Es el acontecimiento que bellamente nos seduce cuando observamos, por ejemplo, la obra Raices de Frida Kahlo, de 1943. La vida solo emerge en las disoluciones, en las mezclas afectivas de los cuerpos amantes, mutantes, exuberantes en un siendo que es el gerundio del verbo ser. La vida es, siendo, que es al mismo tiempo coligación-disolución-tensión. Emergencia, acontecimiento del siendo de la vida en la disolución de los cuerpos emergentes de la tierra, en tensión con la tierra.
Tensión. Nuevas emergencias de la vida, nuevas maneras de ser, se expresan en la disolución. Vida-muerte-vida! Bucle infinito, único, fascinante, asombroso, ante el cual solo podemos maravillarnos. Somos un bucle de la vida, un hilo de la trama que viene tejiéndose hace 3000 millones de años…antes!, desde el primer instante del Big Bang, ya estaba la vida como potencia, infinitamente pequeña, ante la infinitud de ese universo naciente, pero ya, infinita en sus maneras, en su generosidad y en sus estéticas.
A cada instante, la vida se celebra. Se da y vuelve a darse, sin prisa, lenta, maravillosa y dolorosamente. La tierra no cesa de florecer, de incorporarse en los cuerpos que la contienen. Generosa, exuberante, dadivosa, nuestra tierra, llamada  Abya Yala por sus habitantes originarios, fue reducida a recurso, riqueza, objeto mercantil, por los conquistadores españoles, portugueses, ingleses, franceses, alemanes, italianos, holandeses…inmediatamente llegaron a estas tierras.
Pero es en esta Tierra, en esta Abya-Yala, que los colonizadores describían en los albores del siglo XVI, como pletórica de plantas y animales extraordinarios, que emerge un pensamiento vivo y de la vida, vedado, ocultado y marginado por el pensamiento eurocentrista. Este pensamiento que las culturas de la América Abya Yala, cuidan en clave de un habitar poético, de un habitar-sur, es ethos ambiental. La palabra-imagen abya-yala, tierra generosa, prodigiosa, que es vida, animales, vegetales, alimentos, dioses y es también, manera de habitar: Abya-yala, que también significa buen vivir es un ethos, una manera de habitar cuidadosa, amorosa, respetuosa, como la tierra se ha habitado a sí misma durante millones de años. Abya Yala en esa doble significación, es a la vez la tierra y la manera como ella se habita: Buen-vivir. Porque la tierra es el habitar mismo, es los cuerpos que somos, las tramas de vida que somos. La tierra no es el suelo sobre el cual habita el hombre. Esa objetivación de la tierra pertenece al pensamiento homogeneizante de Europa, que en el Renacimiento ya estaba, potente, emergiendo como modernidad, es decir como cultura escindida en dos mundos, el mundo del sujeto y el mundo del objeto. El mundo de la razón y el mundo de la materia, legislada por la razón calculante. El mundo de la cultura y el mundo de la naturaleza, como mundos de la interioridad y la exterioridad, están opuestos, escindidos, sin posibilidad de contacto. La piel es un simple envoltorio que oculta la exuberancia de la vida. El cuerpo tierra que somos. Por ello la piel occidental es superficie que debe ser menospreciada; el con-tacto, el otro como sentido y sintiendo en su placentera tibieza, es origen del erotismo, que debe ser expulsado de la educación, la política y la ética. Prohibido el sentir y lo sentido, el cuerpo es soma aquietado por el control político de las instituciones. El habitar-cuerpo es reducido, separado…así es posible su control.
La tierra, para las culturas originarias de Abya-Yala, es el habitar mismo, haciendo lugar, haciéndose ella misma en sus maneras de organización viva, de los cuerpos vivos que también somos nosotros. La tierra-viva, como madre, como pacha-mama, es la casa de los dioses-tierra: serpientes, águilas, pumas, ranas, que son los que guían a los hombres en sus maneras de vivir. Los Maestros son las plantas y los animales! La cultura es vivir como lo enseñan los maestros-tierra, con todas las maneras de la vida, aprendiendo permanentemente todas de todas, afectándose como hilos de la trama de vida que somos. Los abya-yalenses, son cuerpo-tierra, cuerpo-vida. El yagé, el Peyote, la Coca, y otras plantas, montañas, ríos y animales maestros enseñan a los humanos, sus hermanos, cómo vivir (bien). Porque vivir, es vivir bien. Para los pueblos originarios, vivir es permanecer en contacto. No hay individuos. Hay colectivos, grupos, familias, la palabra “yo”, no existe. Existe un nosotros que incluye sus animales, sus casas, sus utensillos, sus dioses, sus sueños. No hay adentro ni afuera. Hay umbral. No hay separación entre sueño y vigilia; hay conexión permanente, puentes permanente que hacen de los cuerpos-tierra, cuerpos-nómades, cuerpos-metamorfosis, cuerpos-cambiantes, en tránsito…en trance. El sueño es el momento de mayor vigilia y es el maestro de las decisiones que toma la comunidad.
El tiempo es el transcurrir de la naturaleza. Es un tiempo polirrítmico y ritual, donde cada instante es sagrado. El presente es un tejido de acontecimientos, que configuran el ahora, la actualidad, el presente, como continuo, como único instante vital. El tiempo es rito, es un transcurrir de lo sagrado: la vida, como sus maneras todas de ser. Siempre se está a la espera de lo por venir, que es la voz de los dioses –tierra, iniciando la fugacidad de lo eterno: el vuelo del águila, el canto del pájaro, el cascabel de la serpiente, el rugido del puma, el sonido de los árboles tocados por el viento, las flautas de la tierra, tocadas por el agua y el viento. Las voces de la tierra, la lengua de la tierra. Quién habita la tierra? La lengua de la tierra. La lengua es la casa del ser. La lengua de la tierra es la morada de los cuerpos-tierra que la habitan, habitándo-se.
Con la colonización europea y ahora norteamericana, con la colonización que no termina, que se expande de maneras diversas, América – Abya Yala, ha sido sometida al norte y al occidente. Por esto, América, la colonizada, la sometida, pero también la exuberante, la diversa, geografía de las diferencias, es Sur.
La palabra Sur viene de sol debido a que este astro es el que domina este punto cardinal cuando se lo observa al norte del Trópico de Cáncer. El Sur, entonces, es faro para el Norte. Sin embargo los colonizadores europeos y norteamericanos, piensan el sur no como faro, como manera de ser-habitar emergente de una relación filial y afectiva con la tierra, sino como fuente inagotable de recursos a partir de una despoetización del sur, reducción del sur a mercancía, sometimiento del sur, a las lógicas de la modernidad nor-occidental.
Se convierte entonces el Sur, en clave del Desarrollo como discurso colonizador de los grandes imperios políticos y mercantiles, en esclavitud, miseria, hambre, ruptura de lazos afectivos, depredación, explotación no solo del ´hombre por el hombre´, como decía Marx, sino de la tierra por el hombre dominador. Relaciones inseparables. No es posible una relación justa entre el hombre y la naturaleza, si no existen relaciones justas entre los hombres: de nuevo Marx.
Pero en el doblez que todo acontecimiento contiene, esa marginalidad Sur, es potente en nuestro pensamiento ambiental: el Sur, es la exuberancia del ser. El Sur, despoetizado, esclavizado, explotado sin tregua, sin pausa, guarda aún, ocultas en sus pliegues, potentes emergencias de un pensamiento ambiental que va en dirección contraria al ambientalismo del norte. Para éste el sur no es más que la fuente de recursos más importante del planeta. Para el pensamiento ambiental emergente de esa marginalidad sur, el sur es maravilloso lugar de configuración eco-poética del habitar la vida.
Sur, hermosa palabra que también expresa desarraigo, tristeza y soledad, es una palabra-lugar ritual. Habitar – sur, es habitar en las márgenes, habitar en el enigma…es habitar en la magia. Habitar – Sur, es habitar en el silencio de la razón. Habitar sur, es habitar en la trama misma de la vida en su plenitud simbólico-biótica, no como dueños de la tierra, sino como hijos, como un hilo en la compleja trama de la vida...como cuerpos-tierra
Habitar Sur, es habitar la lengua de la tierra. La lengua de la tierra es musical. Es el paisaje rítmico de la vida. La música del agua, de los hombres-tierra, del mar, sale por los orificios de la tierra, como el viento que sale por el orificio de una flauta. Las cuerdas de la guitarra, sus acordes, sus silencios, la voz de los cantores, emergen de las cenizas de la guerra-sur, también sin tregua y en medio de esas guerras: invasiones del norte, del dolor de no ser lo que se quiere ser, emerge la vida clamando por un habitar poético.
La música expresa colectividad que se disuelve en el fuego, el viento, el agua, el puma, la serpiente, la rana, la trama de la vida. Lo ritual, que sacraliza el cuerpo-tierra que somos, emergente de coligaciones-disoluciones-tensiones de los cuerpos – tierra que son siendo; lo ritual que conecta los dioses y los seres vivos, en una sola danza, en un hacer lugar, en una permanente celebración de la vida, es la manera como los habitantes de Abyayala escriben cantando, la poesía del habitar que los habita. No hay ruptura entre el habitar y los habitantes de la montaña, el valle o la selva. El habitar se despliega en hábitos y se suspende durante cientos, miles de años, porque el tiempo que pasa no es el tiempo de los hijos de la tierra. El tiempo de los hijos de la tierra, es el tiempo que hace, el tiempo de una actualidad que se despliega y repliega, de un cuerpo que se expande y se recoge, que danza amando en la vida, la vida. El tiempo de los hijos de la tierra, es el tiempo del cóndor, del puma, el tiempo de la tormenta o de una caída de agua. Es el tiempo de la vida, que se hace lugar, que desea hacerse lugar y he ahí el lugar del habitar humano que es la complejidad de las tensiones entre ecosistema y cultura, tensiones presentes en todas las maneras del habitar humano en la tierra. Es el ritmo marcado por el bucle de la vida, de los cuerpos-tierra habitando-se en la tensión co-ligación-disolución-tensión. Este bucle, esta coligación entre el cuerpo y la tierra, es la tensión entre el humano que somos y la naturaleza que somos. Humano y naturaleza, siendo lo humano emergente de la naturaleza, siendo lo humano naturaleza, necesitan ser pensados ambientalmente. El pensamiento ambiental se ocupa de estas tensiones, presentes en todas las culturas. Las maneras de habitar de los Mayas, los Aztecas, o los Incas, como lo narra Augusto Angel en su hermoso libro “La Fragilidad Ambiental de la Cultura”, las guerras interculturales por territorios simbólicos-bióticos, las formas de acumulación que generaron los imperios agrarios tanto en América como en Europa y Asia, la creciente domesticación de animales y plantas, las formas de esclavitud de seres humanos, son formas de esclavitud de la tierra misma. “No existe civilización, que no se haya carcomido a sí misma” dice el poeta-filósofo ambiental Augusto Angel Maya, en una entrevista reciente. Y este es otro momento del bucle de la vida. Carcomerse a sí mismo.
Todas las formas de vida, generan desequilibrios ecológicos. Por ello existen las emergencias adaptativas, las transformaciones de las tramas de la vida, las nuevas maneras de vida. Sin embargo, la manera humana-occidental-moderna de la vida, tiene una característica que la hace peculiar: sus maneras de habitar la tierra vienen produciendo tales transformaciones de las tramas de la vida, que la vida misma está al borde de destejerse. Y por supuesto, las transformaciones más profundas en la trama de vida misma, realizadas por una cultura humana, las ha hecho la cultura moderna.
Para ello, para realizar el telos del Desarrollo y el Progreso, ha sido necesario el aquietamiento y docilización de los cuerpos-tierra que somos. La historia de la colonización en América se expresa en la permanente docilización y aquietamiento de los cuerpos por medio de la esclavitud, el sometimiento a otros lenguajes, a otros dioses, a otras tensiones con la tierra, a la reducción de todos los cuerpos-tierra a mercancía…y ese sometimiento, esa reducción no solamente se hace con violencia física. Instituciones como el estado, la escuela, la clínica, la economía, la iglesia o la familia, se dedican a este sometimiento de la tierra, sometiendo los cuerpos emergentes de ella. Plantas, animales, culturas, ríos, montañas, selvas…todo se somete a las prescripciones del sujeto dominante, en la figura impositora del desarrollo, manera específicamente europea y antropocentrista del habitar. Desarrollo: Palabra henchida de las teleologías de la Modernidad, comienza a derruir el habitar, para tomárselo sin medida. Los lugares sagrados de las ciudades indígenas, ciudades sagradas, lugares donde los dioses habitan con los hombres, en los animales, en las plantas y en la tierra, en el habitar que se deja habitar, lugares fundados para permitir el habitar, ahora están deshabitados y deshabituados: El desarrollo ha penetrado sus entrañas de tal manera que arrasa con todo, dejando a su paso, sus huellas, sus marcas, sus presencias: miseria, hambre, desolación, y una cultura sin tierra y sin dioses, dos cosas que habían sido una sola cosa.
El sur que habita, el sur que somos, es deshabitado por el hábito de la guerra. Los rituales que constituyen la naturaleza del habitar sagrado, el hábito de los habitantes hijos de la tierra, son cruelmente avasallados por las lógicas librecambistas y mercantiles de un imperio que va tomándose progresivamente la casa de los abyayalenses. Las ciudades sagradas se tornan ruinas, lugares de muerte y destrucción de millones de seres vivos, a manos de los invasores.  El mundo mágico, mítico, ritual y por ello, no menos trágico y doloroso, pero a fin de cuentas, mundo simbólico-biótico-afectivo propio, es progresivamente destruido y, en cambio, va emergiendo el mundo de la miseria, la muerte, el genocidio, el hambre y el irrespeto por toda forma de vida, mercantilizada, medida, cuantificada y reducida a riqueza.
En la misma Abya Yala, donde se construyeron templos al sol, al cóndor, al águila o a la lluvia, ahora se construyen templos al dinero, la muerte y la producción industrial, dejando paisajes absolutamente devastados y devastadores. Un desaforado amor por las cosas y desprecio total por la vida, se imponen sobre las formas del habitar sur, cuya casa es tomada progresivamente, en nombre del poder y dominio del sujeto moderno, que con las máscaras del progreso y del desarrollo, han generado todo tipo de infamias desde los tiempos de la conquista de América.
Sin embargo, el lenguaje de los hijos de la tierra, es la lengua de la tierra. El vuelo tranquilo y elevado de las aves, no es simple metáfora de la libertad humana. Es que la libertad ya no es exclusivamente humana. Es. Y en ese devenir el ser es la vida. La posibilidad de ser de la vida se despliega como diferencia, expansión, contorsión, transfiguración, transformación y emergencia.
Son los poetas, los que mejor expresan la lengua de la tierra. La soledad esencial de la vida creadora de vida, las coligaciones afecto-tierra, las disoluciones cuerpo-tierra y las tensiones entre lo humano y la tierra, se comprenden cuando escuchamos por ejemplo a Nicolás Guillén en su poema Palma Sola, que cuando leemos los fríos y contabilizantes informes ambientales presentados por los expertos al PNUMA o al Ministerio del Medio Ambiente.
Las lenguas indígenas describen acontecimientos relacionales. El sujeto, los sustantivos, los predicados y los adjetivos son característicos de las lenguas que se originan en Europa. Obedecen a la lógica formal, y hablan del mundo pero no son el mundo. En las lenguas indígenas, una sola palabra describe las trayectorias de un río, los procesos de la vida en sus diversos tiempos. Y quien habla no es un sujeto hablando de un objeto, sino un ser vivo dotado de un tipo específico de lenguaje: el articulado, de la vida misma, de la cual el participa, y es una manera de su lengua. La palabra es sagrada y mágica, porque es lengua de la tierra, como el color de las flores, el canto de las aves, o la música del viento.
El pensamiento occidental, coloca al hombre por fuera de la tierra, de la naturaleza y de la vida como emergencia permanente. Nos coloca como sujetos conociendo la naturaleza, dominando y poseyendo la tierra, manipulando y colocando la vida a nuestro servicio. En la Modernidad, Europa y las regiones colonizadas por ella, regiones no solamente geo-gráficas, sino geo-poéticas, lugares tomados por los colonizadores para imponer su “cultura”: sus saberes, sus dioses, sus tecnologías, sus ritos y maneras de organización simbólica, la tierra, la naturaleza y la vida son reducidos a recursos disponibles para el sujeto, que Europa considera debe ser universal, como universal es su manera de colonizar.
La tierra como padre, madre, casa; la tierra: como el habitar mismo, la tierra como sabiduría, la naturaleza como sabiduría, son reducidas a las lógicas del mercado, ahora mundial. Las cosas de la vida, las cosas emergentes de la mano humana, tan apreciadas en nuestras culturas originarias, hechas, siempre, en clave de la vida, se convierten en artículos de mercado, en objetos para la venta. Nuestras maneras de habitar se mercantilizan, se convierten en espectáculo turístico…el sur, como dice César Moreno en su libro Tráfico de Almas, se espectaculariza por medio de la industrialización y mercadeo de la cultura-sur: la exuberante, la extraña, la no-racional….alteridad que se convierte en deseo-mercancía para el norte. La colonialidad de los saberes, como nos lo recuerda Santiago Castro, penetra en todos los intersticios y fisuras de nuestro Abya Yala, (Buen vivir), para reducir lo más sagrado y cotidiano a mercancía. 
En las cotidianas maneras de ser tierra: vocablos como Btsanamama que significa madre tierra para el pueblo Kamentsa expresan la conexión vital (coligación-disolución-tensión) entre la sabiduría de la vida misma, de la tierra, de la naturaleza y de la comunidad (humanos, animales, plantas, tierra, dioses). La tierra habla, y es en ese lenguaje donde se construye el saber ethos como habitat, habitante y hábito. El tiempo de la tierra es el tiempo que hace y no el tiempo que pasa. Y qué es el tiempo que hace? Es el tiempo del agricultor, del pescador, del marinero…ese tiempo cambia permanentemente y es una lengua de la tierra que no ha comprendido la lengua del mercantilismo y del capitalismo salvaje en el que estamos. Por ello el calentamiento global, que es el desequilibrio climático producido específicamente por el habitar tiránico de las industrias multinacionales y de los gobiernos imperialistas. Los tiempos de la tierra no han sido los tiempos de quienes creyeron que podrían dominar el mundo con la racionalidad tecnológica y científica. Por ello, y como lo podemos interpretar en este hermoso y sugerente cuadro de Brueghel el viejo, la crisis civilizatoria que estamos viviendo, y que una de sus tantas expresiones, es el calentamiento global, que está acelerando o retardando los procesos de transformación del clima como procesos inherentes a la vida misma del planeta, se pueden comprender perfectamente como ese Ícaro que regresa de los cielos de la Metafísica, con las alas quemadas por querer renunciara la tierra y acercarse demasiado al sol.
Renunciar a la lengua madre, a la matria, es desgarramiento de quien renuncia, separación entre madre e hijo, escisión entre mundo sagrado y mundo profano, pues la lengua-matria es el territorio de la vida. La colonización comienza y termina allí. Colonizar una lengua, es dominar un territorio. La lengua es territorio, manera de habitar en tierra, la tierra y de la tierra.
El pensamiento se hace tierra, en la tierra, y la tierra es pensamiento. Y esa es la manera de habitar – Sur. El ethos-sur no necesitaría del adjetivo ambiental, porque es ambiental. Sin embargo, las voces de los pueblos-sur, siguen siendo acalladas incluso por el ambientalismo del norte. Las maneras de labrar, rasguñar la tierra, las geografías poéticas del sur, propuestas educativas en clave de la vida, el pensamiento crítico de todo tipo de colonialismos, de dominio, de explotación, no es un pensamiento ambiental centrado en el cuidado de los recursos naturales o en el desarrollo sostenible, que es la preocupación del ambientalismo europeo y norteamericano.
Es un pensamiento-tierra, un pensamiento decolonizador de los discursos ambientalistas sostenibilistas del primer mundo, que evoca, trae, recuerda, hace memoria, hace presencia, del geo-pensamiento: ethos abya yalence. Y son los cantores, los pintores, los escritores…es decir, los poetas latinoamericanos, quienes nos enseñan a, también, habitar la tierra poéticamente. 





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